Resúmen del Road Trip Argentina-Chile 2016
Hace varios meses, de hecho casi un año, que este viaje llegó a su fin y recién ahora estoy terminando de actualizar los posts relacionados para incluirlos en este resumen. Mas vale tarde que nunca.
La idea de hacer las vacaciones en auto surgió varios meses antes, recordando el Road Trip de 2013 por Tucumán, Salta, Jujuy y Atacama (Chile) que nos dejó hermosos recuerdos luego de más de 5000 km de ruta. Esta vez, no llegaríamos tan al norte, pero también cruzaríamos a Chile. Y un detalle de suma importancia. A diferencia del 2013, esta vez nos acompañó nuestro hijo Thomy de dos años y medio.
Si bien no era lo primero en lo que pensamos, con el correr de los días nos gustó la idea de conocer el Parque Nacional Talampaya en La Rioja y el Parque Ischigualasto o Valle de la Luna en San Juan. También sabíamos que íbamos a cruzar a Chile y como se acercaba el verano pensamos en la posibilidad de conocer una playa. Ademas, recordando el viaje al NOA de 2013, quería ir a lugares de alta montaña para ver sus paisajes y, dentro de los posible, pasar una noche allí para disfrutar de sus increíbles cielos limpios y llenos de estrellas.
Mi forma de planificar los viajes consiste en determinar puntos de interés y a partir de ellos pensar como llegar y que hacer luego. Así que, como siempre, partí de una idea inicial y con la ayuda entre otros de Google Earth, Tripadvisor, Booking.com y Wikipedia fui buscando localidades y puntos de interés, así como también los pasos fronterizos por dónde pasaríamos de ida y de vuelta al vecino país del otro lado de Los Andes. Las webs de Gendarmería Nacional Argentina, Vialidad Nacional y su consulta de estado de rutas y Pasos Fronterizos (de Chile), fueron de mucha ayuda a la hora de evaluar opciones.
Ya tenía una lista mas o menos armada de lo que quería:
- Talampaya/Valle de la Luna.
- Zonas de alta montaña.
- Cruzar a Chile.
- Playa.
A partir de esas «semillas» había que elaborar todo el recorrido de este viaje. Buscando información sobre Talampaya encontré que se podían hacer visitas nocturnas con Luna llena, así que busqué un calendario lunar para saber cuando convendría estar allí de acuerdo a la fecha de la Luna llena. Ya tenía alguna certeza de fechas o al menos sabía cuando tendría que estar en esa zona.
Decidimos que Talampaya/Ischigualasto serían los primeros destinos, pero saliendo desde Buenos Aires estaban a una distancia mayor a la que queríamos hacer en un día, considerando que íbamos con nuestro pequeño. El siguiente paso fue buscar un destino intermedio donde hacer una escala y, de paso, conocerlo. Por cierto, si tengo que hacer escalas en un viaje en auto siempre elijo lugares que me puedan interesar, incluso aunque tenga que desviarme un poco del camino original.
Después de evaluar varias localidades decidí que Villa Carlos Paz sería una buena opción. Saliendo temprano (alrededor de las 08:00 hs) desde Buenos Aires llegaríamos a media tarde y nos quedaría algo de tiempo para caminar un poco por el centro de esta ciudad que no conocíamos. Y al día siguiente saldríamos hacia nuestro destino siguiente.
Dicho y hecho, salimos a las 08:00 hs de un lunes 10 de octubre y pasadas las 16:00 hs. estabamos llegando a Villa Carlos Paz. Nos alojamos en el Hotel Capvio, el cual no nos gustó en absoluto, pero como era solo para pasar la noche y era nuestro primer día no le dimos demasiado importancia.
Al día siguiente salimos rumbo a Pagancillo, en La Rioja, localidad que en mi opinión es un buen lugar para quedarse al visitar los parques Talampaya e Ischigualasto tal como describo en este otro post.
El Cucú de Villa Carlos Paz.
Antes de salir de Villa Carlos Paz pasamos a tomar la clásica foto con el Cucú. Debo decir que Carlos Paz no me pareció un lugar muy interesante, entiendo de su importancia turística pero me parece casi imposible que lo elija mas que para hacer escala en un viaje mas largo. Y ahora que ya lo conozco, quizás ni siquiera eso.
Para ir hacia Pagancillo elegimos la ruta que pasa por el Camino de las Cien Curvas. Esta ruta no es la más corta, pero serpentea bordeando el Lago San Roque y ofrece lindas vistas del mismo, al final se llega al Dique San Roque desde donde continuamos por el camino que pasa por Santa Maria de Punilla, Cosquín, La Falda, etc.
Todo este tramo es bastante lento porque hay una sucesión de localidades y la ruta siempre las cruza por el medio en vez de bordearlas. Cuestiones a mejorar en lo que a infraestructura vial se refiere.
Dejando atrás a Cordoba y ya en La Rioja llegamos a Pagancillo. Nos alojamos en la Posada Talampaya, que se ubica junto a la ruta 76 apenas fuera del pueblo. Si bien Pagancillo es una localidad mínima, me gustó mucho quedarme allí. La tranquilidad y paz que se respira es absoluta y además queda cerca de los parques y de Villa Unión, una localidad bastante mas grande que ofrece mas opciones de gastronomía, alojamiento y servicios.
No hay demasiado movimiento en la noche de Pagancillo. Perfecto.
La primera noche comimos en el restaurante «El Diego«. La segunda noche fuimos a Villa Unión, al restaurante «La Palmera» y las otras dos noches nuevamente en Pagancillo, en «La Cuchilla«. Lugar este último muy recomendable (también los otros resultaron buenos).
Muy buena la comida y excelentes precios en «La Cuchilla», Pagancillo.
Mario, el dueño de la Posada Talampaya, nos recomendó visitar primero el Valle de la Luna y luego Talampaya. De acuerdo a su opinión, este último es mas imponente y conocerlo primero haría palidecer al Valle de la Luna. Así que al día siguiente de nuestra llegada a Pagancillo tomamos ese consejo y fuimos al Parque Provincial Ischigualasto, también conocido como Valle de la Luna.
En el Centro de Interpretación del Parque Ischigualasto.
Nuestra visita a esta zona tenia una razón de ser, entre otras. Coincidía con una de las noches en que había Luna llena. ¿Qué tiene de particular eso? bueno, mi intención era visitar el Parque Talampaya haciendo la excursión nocturna con Luna llena. Esta excursión se hace 5 días por mes, la noche de Luna llena plena y las dos noches anteriores y posteriores. Había hecho coincidir nuestro viaje con una de esas noches. Estaba todo planeado.
Previo al viaje me había contactado via mail con la empresa Runacay, la que realiza las excursiones nocturnas, y me habían pasado toda la información al respecto. Una vez en Pagancillo intenté comunicarme con ellos pero me resultó imposible, tanto en los teléfonos como personalmente en sus oficinas de Villa Unión (siempre cerradas). Por la tarde del día anterior en el que quería hacer la excursión logre hablar con ellos.
Esto es lo poco que veríamos del Parque Talampaya.
Grande fue mi sorpresa cuando me dijeron que habían suspendido las excursiones nocturnas en esa fecha porque no habían logrado reunir el cupo mínimo de personas para llevarlas a cabo. Increíble. Desconozco como se maneja la contratación de excursiones en estos casos, pero había programado todo el viaje para estar en Talampaya en una determinada fecha y me encuentro con esta noticia. Demás está decir que no pudimos hacer la excursión. Y de hecho tampoco visitamos Talampaya, ni de noche ni de día.
Pasada la mala experiencia, al di siguiente, atravesamos la Cuesta de Miranda para llegar a Chilecito y conocer esta ciudad. La Cuesta de Miranda es un tramo de la ruta 40 que cruza un cordón montañoso y comunica Villa Unión con Nonogasta y Chilecito. Hermosas vistas y paisajes en un viaje de no mas de dos horas.
El fin del ascenso a la Cuesta de Miranda rumbo a Chilecito.
El Cristo del Portezuelo en Chilecito.
A la vuelta desde Chilecito, lo impensado. Mientras descendíamos la Cuesta de Miranda rumbo a Pagancillo se rompió el cable del embrague del auto. O al menos eso pensé cuando quedó flojo el pedal. Como resultado, y después de varios intentos, logré colocar 2° marcha y así regresamos a nuestro alojamiento. Por supuesto, luego de dos horas de circular a 35 km/h.
Vista desde la Cuesta de Miranda.
Ya en Pagancillo intentamos resolver el problema, contactamos gente, nos recomendaron mecánicos en Villa Unión, casas de repuestos, etc. Compre un cable que no era el que iba. Compre otro que tampoco servía. ¿El resultado? el cable no estaba roto. Probablemente estaba «deshilachado» y por momentos se trababa dejando al pedal flojo e imposibilitando pasar las marchas. Ante la imposibilidad de cambiarlo me recomendaron colocar WD-40 en la vaina por donde pasa el cable. De esa forma, al menos por momentos, se solucionaba el problema.
Y así fue como continuamos viaje. Dos o tres veces por día colocando WD-40 en el cable de embrague. Nunca se me pasó la cabeza finalizar el viaje. De hecho, pensé que en algún momento daría con un taller grande que me solucione el problema correctamente.
Luego de Pagancillo nuevamente cruzamos por la Cuesta de Miranda, pero esta vez nuestro destino estaba mas al norte y mas lejos. Ibamos a Cortaderas, en Catamarca. La idea era alojarnos en el Hotel Cortaderas, un lugar al que sin problemas puedo definir como fascinante. Y hablo tanto del hotel como del entorno. Eso si, antes de salir de Pagancillo le pedí a Mario, de la Posada Talampaya, un par de metros de alambre para llevar en el auto. En caso de que definitivamente quedara fuera de servicio, utilizaría el alambre para agarrar el actuador del embrague y accionarlo con la mano por fuera del auto. Una locura.
Afortunadamente no fue necesario. Pasamos nuevamente por Chilecito y continuamos por la ruta 40 hacia el norte. A poco de salir de la ciudad la ruta se abre hacia la izquierda mientras que hacia la derecha sale la ruta N° 11. De haberla tomado nos hubiéramos ahorrado varios kilómetros, pero nos dijeron que no estaba en buen estado y con nuestro embrague en terapia intensiva no estábamos para arriesgarnos a cosas raras.
Pasamos por Pituil, una pequeñísima localidad que me sorprendió por tener wifi gratuito en su plaza principal. Lento como una conexión dial up, pero wifi gratis al fin. Hicimos allí una parada rápida para comer unos sandwiches que ya teníamos preparados y continuamos viaje.
En la plaza de Pituil.
La Iglesia de Pituil frente a la plaza.
El camino se hace largo hasta llegar a Tinogasta, con multitud de pequeñas localidades intermedias y, para complicar las cosas, con un tramo de unos 20/30 km de ruta de ripio. Finalmente llegamos a Fiambalá con el tanque de nafta (de gasoil, en realidad) con algo mas de la mitad de carga. Como el plan era cruzar a Chile por el paso de San Francisco, lo mejor era ir con el tanque lleno. Así que ingresamos a Fiambala hasta una estación de servicio. Nos dijeron que hacía poco había vuelto la luz a la ciudad luego de un corte general y que no sabían si los surtidores iban a funcionar, pero sí, funcionaron. Un detalle, luego de pagar y salir de Fiambalá, ya en la ruta, me di cuenta que el tanque de gasoil seguía marcando algo mas de la mitad. Es decir, no me habían cargado nada. Efectivamente los surtidores no andaban, a pesar de que había pagado por el combustible. Ya no iba a volver.
Lo bueno de los autos diesel es la autonomía y lo que tenía me alcanzaba para llegar a Chile (bastante ajustadamente por cierto).
Finalmente luego de cruzar los hermosos paisajes que ofrece la ruta y cuando el sol comenzaba a desaparecer llegamos al Hotel Cortaderas. No había nadie además de las dos personas que lo atendían, eramos los únicos huéspedes. Esa noche comimos muy bien y salí, luego de que Thomy se durmió, a sacar fotos en la medianoche cordillerana. Una inolvidable experiencia.
Caminando junto al embalse de Cortaderas.
Nos quedamos dos noches allí, a 3400 metros sobre el nivel del mar. Al día siguiente caminamos por los alrededores, sacamos fotos, miramos a las aves del pequeño embalse y nos apunamos un poco. Thomy, en cambio, pareció no sentirlo. Corría y saltaba como si nada.
La ruta 60 y el embalse vistos desde el Hotel Cortaderas.
Llegado el momento de abandonar Cortaderas, apliqué WD-40 a la vaina del embrague como era ya habitual y partimos rumbo al cruce de Los Andes pasando por la Ruta de los Seismiles. Ese nombre se debe a que es una zona rodeada de picos que superan los 6000 metros de altura. Algunos de ellos ostentan records, como el Nevado Ojos del Salado que con casi 6900 metros de altura es el volcán mas alto del mundo. Los paisajes acá son maravillosos, no puedo otra palabra que lo describa mejor. En algunos tramos pareciera que estamos rodeados de colinas bajas, pero eso se explica porque ya estamos a 4000 metros de altura y esas «colinas» en realidad pueden superar los 4500 metros o más.
A 4000 metros de altura, la ruta 60 a unos 100 km. del Paso de San Francisco.
Cuando estábamos a mitad de camino de llegar al Paso de San Francisco, lo inesperado. Un automóvil viniendo de frente hace indicaciones para que paremos. Nos acercamos a ellos y nos dicen que están volviendo de la frontera porque cerraron el cruce internacional debido a fuertes tormentas del lado chileno. No puedo creer que esté sucediendo esto.
Lo pensamos pocos segundos y no tenia sentido hacer nada más que no sea regresar. ¿Pero regresar a donde? ¡Teníamos reservas en la costa chilena!. De regreso, paramos en el Hotel Cortaderas, ellos no sabían nada del estado del cruce fronterizo. Decidimos ir a Fiambalá y quedarnos allí esperando la reapertura del Paso San Francisco.
Como no teníamos reservas, buscamos hotel al llegar a la ciudad. Terminamos alojándonos en la Hosteria Municipal de Fiambalá (el hotel recomendado en Tripadvisor estaba cerrado y el otro con buenas calificaciones también parecía estarlo).
Al día siguiente envié un mensaje por Twitter a la cuenta del paso fronterizo del lado chileno (@CFSanFrancisco1) y me respondieron que estimaban al menos dos días mas de interrupción en el cruce. Nuestra aventura en Catamarca llegaba a su fin, no podíamos esperar tanto y sin la certeza de luego poder cruzar. Cancelé por Whatsapp nuestra reserva en Bahía Inglesa, Caldera (una pequeña localidad costera del norte de Chile) y, afortunadamente, el dueño del lugar nos reintegro la totalidad de lo que habíamos pagado. Para quien esté interesado, el lugar se llama Casas en Bahía Inglesa.
No era exagerado el asunto de la tormenta. Incluso Fiambalá estaba completamente rodeada de nubes de polvo generadas por los intensos vientos. No se veían las montañas vecinas y nos comentaron que se había interrumpido parcialmente el acceso a internet por la caída de una antena (que esto sea verdad o no quedará eternamente en duda).
Además de Caldera, teníamos pensado ir a Viña del Mar. Y ya teníamos la reserva de hotel allí, así que de alguna forma teníamos que llegar. Desde Fiambalá podíamos ir al norte, cruzando por el Paso de Jama o de Sico; o ir al sur y cruzar por Mendoza. El norte quedó descartado por distancia, así que nos dirigimos hacia Mendoza. No íbamos a poder hacer el viaje en un solo día, por lo que pensamos parar en San Juan como escala intermedia.
Volviendo hacia el sur pasamos nuevamente por la Ruta del Adobe (siempre en Catamarca), pero esta vez quise al menos pasar por uno de sus varios puntos icónicos. Así fue que ingresamos a la Iglesia Nuestra Señora de Andacollo. Hubiese sido mas lindo visitar mas tranquilos la Ruta del Adobe, pero no pudo darse esta vez.
Nuestra Señora de Andacollo.
Una de las paradas de la Ruta del Adobe en Catamarca.
En vez de repetir el camino que habíamos hecho para llegar hasta Catamarca, tomamos la ruta que pasa por la ciudad de La Rioja. Previo a eso, en Aimogasta paramos en una estación de servicio y como la ruta se divide en dos y ambas llegan a La Rioja consulté:
-Disculpá, ¿para La Rioja que me conviene? ¿Sigo por la ruta 9 o por la 75?
-Mirá, la ruta 9 es un poco mas directa y rápida, pero la 75 tiene mejor paisaje.
No se diga más, vamos por la 75.
La ruta 75 nos llevó en un principio por paisajes no tan encantadores, pero cruzamos la localidad de Anillaco, cuna de un conocido ex presidente argentino y no pudimos evitar entrar a conocer. La visita fue breve, no hay mucho para conocer en Anillaco.
Montañas con topping de nubes cerca de Sanagasta.
Mas adelante, en los últimos 50 o 60 km antes de La Rioja el paisaje se puso mucho mas lindo y, sin saberlo de antemano, pasamos por el Parque de Dinosaurios de Sanagasta. Obviamente, y sin importar si era tarde o no, decidimos conocerlo para que Thomy vea dinosaurios y de paso estire un poco las piernas.
El ingreso al Parque de Dinosaurios de Sanagasta.
Luego de pasar La Rioja cruzamos nuevamente por la zona del Parque Ischigualasto y bajamos por el hermoso tramo escénico de la ruta 150 hasta su confluencia con la ruta 40 en San José de Jachal. Alrededor de las 21 hs llegamos a San Juan. No teníamos reservas, pero sí habíamos consultado telefónicamente el precio y la disponibilidad en el Gran Hotel Provincial. Había lugar y el precio estaba bien, así que pasamos la noche allí.
Al día siguiente salimos temprano y pensé que estando en una ciudad grande podría pasar por un taller oficial de Peugeot para que me resuelvan el problema del embrague y evitar la angustia del WD-40 y no saber si me iba a quedar sin auto en el medio de la montaña (aún faltaba cruzar a Chile). Así que luego de buscar en la web de Peugeot un taller en San Juan, nos dirigimos a Peugeot Boulevard París, una concesionaria ubicada cerca del centro.
Comenté en el taller mi problema, que venía desde Catamarca, que estaba de viaje con mi familia, que tenía que ir a Chile y que necesitaba cambiar el cable del embrague. Luego de esperar unos segundos a que consulten con el jefe de taller me respondieron que no podían ver mi auto en ese momento, debería dejárselos para que le hagan un chequeo y este podría demorar hasta 3 días.
Muchas gracias chicos de Peugeot Boulevard París por la no ayuda, para un mecánico era un trabajo de media hora como máximo.
Así como llegamos nos fuimos rumbo a Mendoza a cruzar por el Paso Cristo Redentor, WD-40 en mano, a Chile.
Complejo fronterizo Cristo Redentor (lado chileno).
No hay tanta distancia desde San Juan, pero el camino se hace lento por el trafico y mas aún luego de pasar la ciudad de Mendoza. El intenso tráfico de camiones sumado a las pronunciadas pendientes de la ruta trepando la Cordillera hace que los kilómetros transcurran lentamente. Eso si, el paisaje es fantástico.
¡El embrague no nos detuvo!
La Cuesta Caracoles no se llama «caracoles» por nada.
Llegamos al control fronterizo a las 16:00 y los tramites demoraron alrededor de una hora. Para las 17:00 hs estábamos bajando por la sinuosa Cuesta Caracoles. A Santiago llegamos un par de horas mas tarde, cuando comenzaba a caer la noche.
Camiones everywhere.
No estaba en los planes quedarnos en Santiago en principio, pero al suspender Caldera nos sobraban dos días y pensamos pasarlos conociendo la capital chilena. Teníamos solo una referencia de hotel en la zona de Las Condes y hacia allí fuimos.
Primer problema, imposible parar el auto para bajar al hotel. ¿Dónde paran los autos en esta zona?. Salvado el problema, entro al hotel, pregunto en recepcion y el horror: «No hay lugar«. Bien, a poca distancia había otro hotel. Voy caminando, entro, pregunto en recepción: «no hay lugar«.
Subo al auto, busco un lugar donde dejarlo y encuentro un callejon sin tráfico. Estaciono y dejo ahí a Natalia y Thomy esperando mientras camino buscando hotel. Entro al Ibis, consulto: «no hay lugar«. Horror.
Pregunté si había otros Ibis en la ciudad, me dicen que si y me ofrecen llamar para consultar disponibilidad. La recepcionista llama a los otros dos hoteles y en ambos la misma respuesta: «No hay lugar«.
¿Que pasó? En el mismo hotel me cuentan que en esos días había una convención de quién sabe qué y por eso estaban agotadas las plazas hoteleras.
Camino hacia el Best Western, misma respuesta. Camino hacia otro hotel cuyo nombre olvidé: «No hay lugar«.
Eran las 21:00 hs. y aún no teníamos donde quedarnos. Así que decidí que lo mejor sería ir a comer a algún lugar donde hubiese wifi y desde ahí buscar hotel por internet. Dicho y hecho, fuimos a Parque Arauco, nos sentamos a comer y mientras tanto busqué hoteles con disponibilidad en Despegar.com y en Booking.com.
La Torre Costanera Center.
Terminamos de comer y fuimos al primero de la lista, Meridiano Sur Petit Hotel. Entramos, consultamos precio y disponibilidad. Era muy caro para nuestro gusto, pero había lugar. Salimos, lo charlamos y siendo las 23:00 hs cerramos los ojos y aceptamos pagar el precio por conseguir hotel.
Una de las vistas desde el mirador de la Torre Costanera Center.
Moraleja: aunque ya lo tenía claro de antes, al menos para mi, no es buena idea buscar hotel en el momento de llegar a una ciudad.
El interior del Palacio de la Moneda.
En Santiago pasamos dos días, recorrimos el centro, el Palacio de la Moneda, el Costanera Center (con subida a la torre incluida) y descubrí que hay trenes cuyas ruedas no son de acero si no de caucho, como las de los autos. Bueno, también tienen ruedas de acero, pero usan las de caucho para traccionar. Según investigué luego, de esta forma ganan aceleración y frenado. Y es verdad, estos trenes ganan velocidad muy rápidamente. Esto lo ví en la linea 1 del metro de Santiago. Suelo fijarme en este tipo de detalles.
La línea roja y las ruedas de caucho de los trenes.
Imposible dejar de lado una anécdota. Mientras estábamos en Santiago nos enteramos que íbamos a ser padres nuevamente. Así que a partir de acá, además de sacar fotos, ¡había que elegir un nombre! Nuestro siguiente viaje sería de a cuatro…
Nuestro siguiente destino era Viña del Mar. Viña se encuentra a poca distancia de Santiago, se puede visitar en el día incluso. Ya teníamos reservada una habitación en el Best Western Marina del Rey, hotel que resultó el mejor de este viaje.
Viña del Mar.
Antes de viajar había leído calificativos que referían a Viña del Mar como la Punta del Este chilena. La verdad es que no me parecieron comparables, en mi opinión Punta del Este está varios escalones por encima de Viña.
El Metro Valparaíso, que conecta Valparaíso con Viña del Mar y otras localidades.
Vista desde uno de los ascensores de Valparaíso.
Desde Viña conocimos Valparaíso, viajando en el tren que conecta ambas ciudades. Valparaíso es una ciudad muy pintoresca que invita a recorrer sus calles caminando y perderse en sus recovecos. Conocimos el Cerro Alegre y utilizamos uno de los clásicos ascensores.
Una ventana que conoció mejores épocas en Valparaíso.
Valparaíso.
Valparaíso.
Otro día nos fuimos en auto a la playa Laguna Verde, al sur de Valparaiso. La playa estaba vacía y en lugar de ser de arena (a lo que estamos acostumbrados en las playas argentinas) era de pequeñas piedras (grava).
No hay arena en la playa Laguna Verde. Solo esto.
No entramos al mar porque la temperatura no lo hacia muy tentador. Y como curiosidad, al remover un poco el piso de la orilla encontramos una sorpresa que se ve en el video siguiente.
En Viña del Mar aprovechamos para hacer algunas compras en el Mall Marina. Quizás la mejor compra haya sido la excelente freidora sin aceite Aifryer de Philips.
Finalizada la aventura chilena, dejamos Viña del Mar para volver a cruzar por el Paso Cristo Redentor y retornar a Buenos Aires. Por supuesto que es un viaje muy largo, así que teníamos planificado dormir en Mendoza. Ya estaba reservado el Hotel San Martín, en pleno centro de la ciudad, al que llegamos a las 20:00 hs aproximadamente. Nuevamente sufrimos el intenso tráfico de camiones sobre la cordillera y la demora en la aduana argentina.
Antes de todo eso, paramos cinco minutos previamente a llegar a la aduana argentina para jugar un rato con la nieve acumulada al costado de la ruta.
Nos vamos de Chile e ingresamos al Túnel del Cristo Redentor.
Pero como siempre intento hacer, no fue solo un viaje para ir de un punto a otro. Hicimos algo de «turismo». Pasamos por Puente del Inca, lugar que habiamos visitado diez años atrás en nuestra luna de miel. Solo que ahora llegamos con un intruso en medio.
Puente del Inca. La última vez habíamos sido dos. Ahora eramos tres y uno en camino.
Y también pasamos por el mirador del Aconcagua, donde me saqué una foto junto a Don José y aproveché para usar la aplicacion de realidad aumentada World Summit para identificar montañas.
Acá, con José frente al Aconcagua.
Poco para contar de Mendoza, llegamos de noche y nos fuimos a la mañana siguiente. Esa noche caminamos un poco por los alrededores de la Plaza Independencia buscando un lugar para comer y terminamos cenando en la parrilla «Estancia La Florencia«. Digamos que es un restaurante normal, la carne que pedimos no era la mejor del mundo, pero estaba bien. Los precios un poco altos, eso si. Pero en lineas generales un lugar normal para arriba. Saliendo de ahí y volviendo al hotel encontramos el escudo gigante que se ilumina en la Plaza Independencia por la noche.
El escudo de la Plaza Independencia en Mendoza.
Al día siguiente, luego de desayunar, pasamos por los juegos de la Plaza Independencia (que está frente al hotel) para que Thomy aproveche los últimos momentos de vacaciones. Mas tarde y ya en la ruta quedé sorprendido por el hecho de que durante toda la extensión de la ruta 7 en Mendoza, hasta casi San Luis, la cordillera de Los Andes es visible a simple vista. Eso habla de su inmensidad.
A 100 km de la ciudad de Mendoza se ven Los Andes perfectamente.
Otro highlight del último tramo de nuestro viaje fue el cruce de la laguna La Picasa por la ruta 7. Hicimos varios kilometros por una ruta estrecha (de solo un carril por mano) completamente rodeada por agua. Y cuando digo rodeada me refiero a que el agua estaba a no mas de 2 metros de la calzada y sus limites se perdían en el horizonte.
Ya de noche, paramos en Junín a comer algo. Tengo que mencionar al parador «Posta Junín«. Parece traído de otro país. Desde la pulcritud de los baños hasta la estructura en sí misma de todo el lugar (que incluye restaurante, estación de servicio, hotel, etc) no son fáciles de encontrar en rutas argentinas.
Un excelente lugar para parar. Esperemos que tenga buena manutención.
Y dejé para el final el experimento de la presión. Resulta que la presión atmosférica disminuye conforme vamos ascendiendo debido a que literalmente hay menos aire sobre nosotros que nos oprime. Una forma divertida (sí, divertida) de mostrarlo es abrir una botella plástica vacía para que su interior «se llene» con la presión de aire del lugar donde estamos. Luego la cerramos herméticamente y manteniéndola así ascendemos o descendemos.
Under pressure.
En este caso cerré la botella justo después de cruzar el Paso Cristo Redentor, es decir a unos 3000 metros sobre el nivel del mar. Dentro de la botella la presión del aire es la misma que en ese lugar. Luego, al regresar al nivel del mar en Buenos Aires, el resultado es el de la foto. ¿Por qué? Bueno, dentro de la botella la presión es la misma que en la montaña (baja), pero fuera de la botella la presión es alta. Entonces la presión exterior vence a la interior y estruja la botella.
¿Que pasaría si en vez de bajar estuviesemos subiendo? El resultado sería inverso. La presión dentro de la botella sería mayor que la presión del ambiente, entonces se inflaría como un globo. Ok, no tanto como un globo, pero sería muy notorio que la botella está «inflada».
Datos globales de este Road Trip en la computadora del auto.
El recorrido total del viaje.
El Road Trip 2016 finalizó un 27 de octubre a las 02:30 hs, cuando llegamos a casa. Luego de 16 días, 8 hoteles, 2 países, un total de alrededor de 5400 kilómetros recorridos a 67 km/h de promedio y con un consumo total de 329 litros de gasoil.
Nuestro próximo viaje nos encontrará siendo más numerosos.